El 16 de noviembre de 1519 fue fundada la Villa de San Cristóbal de La Habana Su nombre nace de la fusión del nombre del santo escogido para bautizarla y del nombre por el cual se le conoció en sus primeros asentamientos, ya que el nombre Habana proviene de un poderoso cacique de la zona llamado Habaguanex. Esta hipótesis está considerada la más veraz y más lógica sobre el origen del vocablo que da nombre a nuestra capital, porque existen otras como que este proviene de una corrupción de la palabra haitiana “sabana”, la extensión de tierra como la conocemos, y otra tesis plantea que viene de haven o gaven que significa puerto o fondeadero.

La verdad absoluta sobre la razón para su nominación está perdida en el tiempo y la Villa de San Cristóbal de La Habana continua siendo hoy una hermosa ciudad a las puertas del Caribe cargada de una historia inigualable entre sus palacios, mansiones coloniales, plazas, calles adoquinadas, iglesias, antiguas fortalezas y viejos muros.

El castiilo del morro


El castillo del Morro, junto a la torre del faro allí situado, es la imagen de Cuba más divulgada en el mundo en todos los tiempos. La emblemática torre arriba a su 160 aniversario

Desde los primeros tiempos de la colonia, al aumentar el tráfico marítimo en aguas cercanas a Cuba, surgió la necesidad de ubicar faros en aquellos puntos de la costa que eran utilizados por los marinos para recalar cuando provenían de alta mar y a la entrada de los principales puertos. Aquellos faros primitivos no eran sino torres rudimentarias que servían de día para apostar en ellas vigías que vigilaban la zona de mar próxima y avisaban de la presencia de embarcaciones y en las que de noche se prendían fogatas para orientar a los navegantes.

Uno de los primeros lugares de las costas cubanas donde fue instalado un faro lo fue la punta situada en la margen este de la boca de la bahía de La Habana, sobre un promontorio que fue denominado La Vigía.

En el año 1589, se comenzó a construir en ese lugar el castillo del Morro cuyas obras culminaron hacia 1640. En uno de los baluartes del castillo, en lo más angosto de la punta, fue levantado un torreón "de unas doce varas de alto, que llaman El Morrillo", utilizado como atalaya y faro.

Pasado más de un siglo, en 1762, La Habana fue atacada por poderosas fuerzas británicas de mar y tierra y el castillo del Morro fue escenario de una heroica resistencia que duró 44 días, durante los cuales más de 20 000 proyectiles y bombas causaron grandes estragos en él y destruyeron completamente el torreón-faro.

En el año 1764, en el lugar donde antes existía el torreón mencionado, se construyó un faro provisional alimentado, como su antecesor, con leña, y que estaba todavía en servicio cuando en 1795 la Junta de Gobierno del Real Consulado de La Habana acordó como medida apremiante, el estudio de la construcción de un faro en el Morro tomando como referencia el que poco antes se había inaugurado en Cádiz, España.

Pero solo fue hasta el año 1820 que quedó instalado en el Morro un fanal alumbrado con aceite y que, según cálculos, podía ser visto a unas 13 millas náuticas (24 kilómetros).
Sin embargo, unos años más tarde, en 1739, el mal estado en que se encontraba el faro y su deficiente funcionamiento eran motivo de frecuentes quejas y denuncias por parte de los navegantes que arribaban a La Habana. Fue por ello que la Real Junta de Fomento decidió la construcción una nueva torre y que se le dotara de un equipo óptico moderno.

Después de estudios y gestiones, fue adquirido en Francia un nuevo fanal que había sido presentado en la Exposición Internacional de París en 1843 y, a partir del 19 de agosto de 1844, se procedió a derribar el viejo faro y se comenzó a construir la nueva torre por el Cuerpo de Ingenieros del ejército español.

El 8 de diciembre de ese propio año, cuando las obras de la torre alcanzaron la altura del dintel de la puerta, se realizó la ceremonia inaugural, bajo la presidencia del capitán general y gobernador Leopoldo O‘Donnell, con la presencia de las más altas jerarquías administrativas, militares y eclesiásticas y una nutrida representación de la aristocracia habanera. Tres días después hacía su entrada en la bahía habanera la fragata francesa "Staoneli", procedente de Le Havre, que traía a bordo el aparato óptico que se iba a instalar en el nuevo faro.

Las obras prosiguieron hasta que la torre alcanzó la altura de 44 metros sobre el nivel del mar y se colocó en ella la linterna prevista. El nuevo faro comenzó a prestar servicio el 24 de julio de 1845. La lámpara alimentada por aceite de colza, el sistema óptico y la altura a que se instaló, le permitieron alcanzar las 18 millas náuticas (33,3 kilómetros).

En 1928 que el aceite fue sustituido por el gas acetileno y en 1945, al conmemorarse el centenario del comienzo de su funcionamiento, se efectuó una ceremonia a la que asistió el presidente de la República, Ramón Grau San Martín, y se sustituyó el acetileno por la electricidad.

Hoy en día, el faro del Morro, aquella misma torre y aquel mismo equipo óptico que en 1845 comenzó a prestar servicio, pero dotado de una fuente de luz más potente posee un alcance luminoso de 25 millas náuticas (46 kilómetros) y continúa orientando a los navegantes que se dirigen al puerto de La Habana y a aquellos que, con otro destino, navegan frente a sus costas y sigue siendo, como antes, el símbolo más conocido de Cuba.

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