Solo con mencionar su nombre es suficiente para que personas de todas partes del mundo que la hayan visitado, evoquen uno de los más emblemáticos sitios de la Habana vieja. Y la razón es que La Bodeguita del Medio ha hecho de la tradición un estilo de vida.
Autentica cubanía desde todos los ángulos, distingue a esta casa templo de la cocina criolla, la de los sabores y olores inigualables, la de las anécdotas más insospechadas y también apasionadas, la de sus siempre jóvenes años –ya alcanzó los 65-, que ha sabido trascender en el tiempo.
La Bodeguita, orgullosa de que a ella muchos vuelvan, una y otra vez, justo en el medio de la calle Empedrado 207, en el casco histórico de la ciudad. Durante el último lustro allí no han recibido ni la más mínima queja por la calidad de las ofertas. Según su director general, Rolando Carballo Torres, el fregadero es el sitio que mejor habla de cuanto hacemos. “Si uno ve que llega un plato con comida dejada por un cliente eso es reflejo de que algo no anda bien.”
Varias personalidades han comido en sus mesas y siguen reuniéndose intelectuales, artistas, políticos y cualquier persona que recorra La Habana. Para todos, por igual, hay siempre la misma calidez, uno entre los grandes atributos que envuelven a esta edificación colonial de fines del siglo XIX, ubicada exactamente a cien adoquines de la obra mayor del barroco americano en Cuba, La Catedral de La Habana.
La Bodeguita del Medio es el bar-restaurante más famoso de la isla caribeña en el mundo. Primero lo recibe el perfume de la hierbabuena, planta medicinal y digestiva que le da toque de distinción al coctel cubano más conocido: el Mojito. Ya en su interior podrá degustar la mejor comida criolla, acompañada de la música tradicional de tríos.
Su historia comienza en el año 1942, cuando el avispado Ángel Martínez Borroto adquirió un pequeño local en la calle Empedrado, en la zona de intramuros de la Habana Vieja y con el nombre de La Casa Martínez comenzó sus operaciones. Al poco tiempo, cerca del lugar abrió una imprenta el tipógrafo Felito Ayón, de carácter campechano, muy parecido al de Martínez.
Muy pronto los clientes que visitaban la editora comenzaron a utilizar el teléfono de Martínez, ya que aún no se había instalado el de Ayón, y aprovechaban para degustar un trago de ron.
Entre los primeros visitantes figuraban el poeta nacional Nicolás Guillén y el escritor Alejo Carpentier, pero otros intelectuales se fueron sumando. Cuentan como no vacilaron en pedirle a Martínez que los incluyeran entre los comensales del menú que su esposa Armenia preparada todos los días para el personal de la bodega, compuesto fundamentalmente por frijoles negros, arroz blanco, carne de cerdo y viandas fritas.
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